Meditación

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Si deseas vivir una vida más plena, lo primero que quieres conocer es tu potencial, quién eres de verdad. La meditación es el camino hacia ese saber. Es la metodología de la ciencia de la observación.

La belleza de la ciencia interior está en que permite a quien quiera explorar y experimentar con ella, hacerlo solo. Se elimina así la dependencia de una autoridad exterior, la necesidad de estar afiliado a cualquier organización, y la obligación de aceptar una cierta ideología. Una vez entiendes los pasos, haces el camino a tu única manera individual.

Meditar es una gran aventura, la aventura más grande que nuestra mente pueda experimentar.

La meditación consiste simplemente en ser: ser sin hacer nada, ser sin pensar en nada, ser sin emoción. Simplemente somos, como un árbol entregado a la existencia, igual que una pequeña flor dejándose mecer plácidamente por el viento… eso es meditación.

Pensar también es hacer, la concentración también es hacer, la contemplación, es hacer. Aunque solo sea por un instante, si no estás haciendo NADA, y te mantienes en tu centro, completamente relajado, estás meditando. Y una vez adquieras práctica, podrás permanecer en ese estado tanto tiempo como quieras, hasta que finalmente, puedas permanecer allí las veinticuatro horas del día.

Lentamente, cuando te hayas percatado de cómo tu ser puede permanecer imperturbable, puedes entonces empezar a hacer cosas, manteniéndote atento a que tu ser no se altere. Esa es la segunda parte de la meditación. Primero aprender a ser, después aprender a llevar a cabo pequeñas acciones –como fregar los platos o ducharte-, pero manteniéndote centrado. Después podrás hacer cosas más complicadas.

Por tanto, la meditación no está en contra de la acción, no es preciso huir de la vida. Simplemente te enseña un nuevo modo de vivir, convertido en tu propio centro.

Tu vida continúa, en realidad, lo hace más intensamente, con más alegría, con más claridad, mayor creatividad, con una visión mucho más amplia; sin embargo, estás por encima, eres únicamente un espectador contemplando desde lo alto de la montaña todo lo que sucede a su alrededor. Tu ya no eres el hacedor, simplemente te conviertes en el observador… ese es el gran secreto de la meditación.

El hacer continúa en su propio nivel, puedes hacer cualquier cosa, ya sea grande o pequeña; sólo hay algo que no está permitido hacer: no debes perder tu centro. Esa consciencia, esa observación, debe permanecer absolutamente clara e inmutable.

Sólo hay un paso en la meditación, y ese paso tiene que ver con la dirección, con la dimensión. Podemos focalizarnos en el exterior, o bien dirigir nuestros ojos hacia el interior, y permitir que toda nuestra consciencia se centre allí… entonces sabrás, porque tu eres un conocedor, eres consciencia. Nunca la has perdido, simplemente la tienes enredada en mil cosas distintas.

Deja de dirigir tu atención a todas partes, permite que la consciencia repose en ti, y entonces habrás llegado a casa…

El núcleo esencial de la meditación, su espíritu, es aprender a atestiguar… estás viendo un árbol: tú estás ahí, el árbol está ahí, ¿pero no encuentras algo más?, y es que tú estás viendo al árbol, pero además hay un testigo en ti que está viendo que tú estás viendo al árbol… eso es meditación.

Observar es meditación, lo que observes es irrelevante, el objeto no es la cuestión. La naturaleza de la observación, la cualidad de ser consciente y estar alerta, es meditación. Recuerda que meditación significa consciencia… cualquier cosa que hagas con consciencia, se convierte en meditación. No se trata de la acción en sí, sino de la cualidad que imprimes a esa acción. Lo esencial es permanecer consciente, entonces, cualquier cosa que hagas será meditación.

El primer paso para ser consciente, es ser sumamente observador de tu propio cuerpo. Poco a poco, uno toma consciencia de cada gesto, de cada movimiento, y a medida que te vas volviendo consciente, empieza a ocurrir un milagro: muchas cosas que solías hacer antes, simplemente desaparecen, tu cuerpo se vuelve más relajado, más armónico, una profunda paz empieza a reinar en él, una música sutil vibra en él.

Después, empieza a darte cuenta de tus pensamientos, el mismo proceso debe seguirse con los pensamientos. Son más sutiles que el cuerpo y, desde luego, más peligrosos. Cuando seas consciente de tus pensamientos, te sorprenderá descubrir lo que está sucediendo dentro de ti… hay un loco dentro de ti, arrastrándote hacia la locura como un una corriente de fondo, afectando a todo lo que haces, y también a lo que no haces… y la suma total de ello, es lo que será tu vida, por tanto, hay que transformar a ese loco, y el milagro de la consciencia es que no necesitas hacer nada, excepto ser consciente… el propio fenómeno de observar lo cambia todo, poco a poco la locura desaparece, poco a poco los pensamientos empiezan a encajar dentro de una pauta; ya no hay más caos, se convierte en un cosmos. Entonces prevalece una paz más profunda. Cuando tu cuerpo y tu mente estén en paz, verás que están en armonía el uno con el otro, que hay un puente. Ya no corren en direcciones distintas, no cabalgan sobre caballos distintos… por primera vez, hay acuerdo, y ese acuerdo, es de una ayuda inmensa para trabajar en la tercera etapa que consiste en ser consciente de tus sentimientos, emociones y estados de ánimo.

Esta es la etapa más sutil y la más difícil, pero si has logrado ser consciente de los pensamientos, sólo es un paso más. Se necesita una consciencia más profunda para empezar a reflejar tus estados de ánimo, emociones y sentimientos. Una vez seas consciente de estas tres cosas, todas ellas se convierten en un único fenómeno. Y cuando estas tres cosas sean una, funcionando juntas perfectamente, en armonía, podrás sentir su música: se habrán convertido en una orquesta.

Entonces, llegarás a la cuarta etapa, la cual no está en tus manos lograr, ocurre por sí misma, es la recompensa.

La cuarta etapa es la consciencia suprema, que convierte a uno en un ser despierto, uno se vuelve consciente de su propia consciencia, se convierte en un Buda… sólo en ese despertar se llega a saber lo que es el estado de beatitud.

El cuerpo conoce el placer, la mente conoce la alegría, el corazón conoce la felicidad, y al alcanzar la cuarta etapa, todo tu ser conoce la beatitud… esa dicha suprema es la meta del auténtico buscador, y la consciencia, es el camino para alcanzarla.

Lo importante es que estés alerta, que no olvides observar, estar observando… observando… observando. Y poco a poco, a medida que el observador se vaya haciendo más sólido, estable, inquebrantable, se produce una transformación: desaparecen las cosas que estabas observando… el propio observador se convierte en el observado, el que mira se convierte en lo mirado. Entonces habrás llegado a casa.

Fuente: Meditación, el camino hacia la libertad del ser (Extraído del Libro «La Meditación, primera y última Libertad», de Osho)

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